Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100338
Legislatura: 1893
Sesión: 21 de Mayo de 1894
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 127, 2449-2450
Tema: Régimen aduanero

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): No entraré en la cuestión de si se ha de prorrogar o no la sesión. El Gobierno declara que le es de todo punto indiferente, y que, en último resultado, se someterá gustoso al acuerdo que el Senado adopte sobre este punto.

A mí me parece, Sres. Senadores, que ha habido una mala inteligencia de parte de los Sres. Senadores que se han creído aludidos por las manifestaciones del señor presidente dignísimo de la Comisión; porque después de todo, ¿qué ha pasado aquí? El señor presidente de la Comisión estaba un poco contrariado de que los señores de la oposición dijeran continuamente que la Comisión apenas contestaba a sus argumentos; y habiendo consultado conmigo si él debía resumir o no el debate, yo le dije que me parecía conveniente como satisfacción a los individuos de la oposición, porque entendía yo que era una consideración debida a los señores que habían hablado el que se creyeran suficientemente contestados. En ese sentido es como el señor presidente de la Comisión ha tomado la palabra, y en este sentido y en este espíritu de conciliación y de respeto a la oposición, es como la ha usado.

Pero ¿de qué había de hablar el señor presidente de la Comisión, si no hablaba de lo  que habían dicho los señores de la oposición? Yo llamo la atención de los Sres. Senadores que se han creído ofendidos, para que recuerden las palabras y las ideas del digno señor presidente de la Comisión. No hay una sola palabra, ni una sola frase que pueda herir la susceptibilidad más exquisita de ningún Sr. Senador.

Después de todo, ¿qué ha dicho para defender a la mayoría de la inculpación de no tener unidad en la cuestión arancelaria? Ha dicho una cosa que es muy natural: ?pues si no tenemos nosotros unidad, tampoco la tenéis vosotros, porque en las cuestiones arancelarias, sobre todo, hay una división esencialísima, la que quiere establecer las relaciones comerciales por medio de tratados, y la que quiere establecerlas sin tratado alguno. De aquí arranca una división esencial; la que existe entre los partidarios de los tratados y los enemigos de los tratados.? ¿Qué ha hecho el presidente de la Comisión? Decir los que eran partidarios de los tratados y mencionar los que eran enemigos de ellos. ¿Hay en esto ofensa para nadie? ¿Hay  en esto ofensa para los señores que ha citado, recordando que son partidarios de los tratados porque los han defendido en varias ocasiones, y lo han demostrado votando a favor de ellos? ¿Hay ofensa para los que son enemigos de los tratados, con recordar los votos que han dado en contra de ellos y los discursos que han pronunciado? Pues esto es todo lo que ha hecho el señor presidente de la Comisión. No hay, pues, motivo alguno de alarma, y mucho menos motivo de ofensa para ningún Senador, no como tal Senador, ni como individuo de partido; no hay, pues, ofensa, ni ataque, ni nada que pueda lastimar en lo más mínimo a ninguno de los Sres. Senadores, ni al partido político a que pertenezcan.

Venir a agriar las cuestiones, ¿a quién puede convenir? A nadie; ni a la oposición, ni al Gobierno, ni al Senado; que por lo mismo que es alto Cuerpo, está obligado a tener más calma, más prudencia y más seriedad que los demás Cuerpos del Estado, y a considerar las cosas tales como son, sin exageraciones de ningún género.

Que el señor presidente de la Comisión ha hablado después de consumidos los tres turnos en pro para contestar a los tres turnos en contra. Pues yo declaro solemnemente que lo ha hecho más por consideración a la oposición que por deseos de hablar, al reparar que muchos oradores decían en sus rectificaciones que quedaban incontestados, que se les contestaba poco, que la Comisión no se ocupaba de aquellos puntos que ellos habían tratado en sus discursos; y por eso, el señor presidente de la Comisión ha querido darles una satisfacción haciéndose cargo de las consideraciones que habían expuesto. (El Sr. Conde de Esteban Collantes: Si estaban consumidos los tres turnos, el presidente de la Comisión hablaba fuera del Reglamento. El Sr. Hernández Iglesias: ¡Si la Comisión ha abandonado todos los turnos a los voluntarios! ? El Sr. Ministro de Estado: Se contaba con un discurso más: el del Sr. García Barzanallana.)

Además, ha habido aquí otra cosa. El Sr. García Barzanallana había ofrecido tomar parte en el día de hoy en la discusión, y se ha sabido posteriormente que, por estar enfermo, no podía venir.

Pero, de todos modos, el señor presidente de la Comisión creía que estaba en el caso de satisfacer la necesidad que sentían los individuos de la oposición, pues porque no hablara el Sr. Barzanallana no había desaparecido esa necesidad, y yo declaro que lo ha hecho más por consideración y respeto a la oposición que por molestarla.

Quisiera que esta indicación bastara para convencer a SS. SS. de que absolutamente no hay motivo para volver al debate, con tanta mayor razón, cuanto que vendrá ocasión pronto para que pueda decirse todo lo que ahora hubiera de decirse, y mucho más.

Y ahora voy a contestar al Sr. Marqués de Trives. Es verdad que en este asunto hay dos cuestiones: una política, que no ha debido dar lugar a debate alguno, pues el Gobierno ha sido tan franco, que ha dicho: ?He faltado a la Constitución creyendo que hacía un bien al país, y vengo, Sres. Senadores, a que aprobéis o desaprobéis mi conducta.? No había que discutir, pues, un hecho reconocido por el Gobierno, sino simplemente aprobar o desaprobar su conducta.

Segunda cuestión: la económica. Pues ésta tampoco debía dar lugar a mucha discusión, pues se reduce a pedir al Senado que continúe rigiendo sobre el régimen arancelario el decreto de 31 de Diciembre de 1893, y esto se pide al Senado casi a fin de Mayo, es decir, cuando este régimen lleva en vigor casi cinco meses. No hay, pues, misterio alguno; no hay arcano de ninguna especie. Conocidas son las consecuencias que este régimen arancelario puede traer sobre el país, porque se halla rigiendo desde 1º de enero de este año, sin que hasta ahora haya habido contra él queja ni reclamación de ninguna clase. No puede darse prueba más clara de que este régimen aduanero es bueno, puesto que por él se está rigiendo España desde primeros de este año, sin haber ocasionado el menor disgusto ni la protesta más leve, desenvolviéndose y moviéndose dentro de su [2449] esfera propia todos los elementos de la riqueza del país, sin rémoras, sin dificultades y sin peligros.

De manera que este régimen aduanero, por el que la Nación española se viene rigiendo desde 1º de enero del corriente año, podrá ser muy malo, pero hasta ahora no lo hemos conocido nosotros ni nadie, ni el país, que por él se viene rigiendo. ¿Qué os pedimos, pues? Que continúe hasta que se hagan nuevos tratados con los países que ya los tienen, es decir, hasta que se concluyan los tratados con los países que ya los tienen votados por sus respectivos Parlamentos, el régimen arancelario establecido desde enero de 1894; un régimen conocido de todos y admitido por todos sin queja ni reclamación ninguna. ¡Ojalá siempre se pidiera a los Parlamentos cosa semejante y tan sencilla!

Pues esto, realmente, tampoco necesitaba mucha discusión, porque con ver lo que ha pasado desde enero acá y ver que no ha pasado nada desfavorable para los intereses del país, podía haberse resuelto la cuestión.

Todo lo demás que se ha discutido, en realidad no hacía al caso. ¡Que los tratados son buenos, que son malos! Ya lo discutiremos en cuanto vengan; pero no era ahora ocasión de hacerlo, toda vez que la Comisión que ha de dictaminar no se cree todavía con bastantes datos y noticias para traer aquí el asunto.

De manera que la cuestión está reducida a esto: cuestión política. ¿Ha hecho bien o mal el Gobierno en dictar el decreto de 21 de diciembre de 1893? Es una cuestión de confianza. Cuestión económica: que siga, hasta que se concluyan los tratados comenzados con aquellas Naciones con quien España tiene relaciones mercantiles, el mismo decreto que estableció el régimen arancelario desde 1º de enero, ya conocido por todo el mundo.

Está, pues, en este proyecto de ley determinada la conducta liberal del Gobierno en lo político y en lo económico; porque al mismo tiempo que se vota la cuestión política, claro es que se vota el régimen arancelario establecido desde 1º de enero de 1894.

Y como no quiero molestar más vuestra atención, concluyo pidiéndoos, Sres. Senadores, que deis vuestro voto en uno y otro concepto al proyecto de ley que se está discutiendo.   



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